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Epílogo: Una carta abierta

Actualizado: 10 oct



Hola querida Economía,

 

 

Por medio de esta carta quiero contarte que he decidido cerrar un ciclo. Después de 45 blogs y un proceso de 7 años y medio; doy una pausa indefinida a mi escritura de temas económicos. Antes de descansar, aclaro que en la página Milecos, podrás encontrar no solo el historial de blogs sino también videos, presentaciones y libros. Quiero despedirme utilizando este mensaje, el cual relata la historia que me condujo a conocerte, valorarte y recordarte.

 

Todo comienza en 1990, año en el cual mi padre recibe una oportunidad laboral, y toda la familia se traslada de Bogotá a Cali. En ese entonces Colombia implementó varias reformas, disminuyó no solo los impuestos a las importaciones, sino también soltó el control que tenía el Banco de la República, como único comprador y vendedor de dólares legales. No menos importante fueron las nuevas responsabilidades adquiridas por el Gobierno Nacional, garantizando en buen medida, salud, educación, justicia y transferencias territoriales (según la Constitución de 1991). Asimismo, el Banco de la República se divorcio del Gobierno, con lo cual a partir de 1992, la política monetaria dejo de responder a las necesidades de financiamiento público.

 

Figura 1: Proceso de apertura (Balanza Comercial)
Figura 1: Proceso de apertura (Balanza Comercial)

La apertura económica abrió puertas a productos del extranjero que no se podían importar (lista prohibida), y permitió que otros se consiguieran a un precio menor. Antes de dicha reforma, y considerando el exceso de tramitología, los San Andresitos se especializaron en traer importaciones clandestinas (desde San Andrés). A pesar de la mayor competencia extranjera, los negocios de contrabando se adaptaron a la nueva realidad. En consecuencia de lo anterior, durante los noventas, el dólar informal se conseguía más barato que el dólar oficial (los contrabandistas compraban importaciones con dólares, y vendían su mercancía en pesos a un precio inferior).

 

Dicha apertura de bienes fue complementada por una liberalización financiera. Esto quiere decir que como el Banco de la República dejo de tener el monopolio sobre el dólar, el colombiano de a pie podía comprar y vender dólares. Igualmente permitió que muchos de ellos abrieran su primera cuenta de ahorros, y obtuvieran una tarjeta de crédito. En otras palabras, los dólares entraban a raudales a través de diferentes mecanismos, acelerando las compras de importaciones, y motivando al Gobierno a realizar más gasto público (el Estado también recibió recursos gracias a las privatizaciones y el incremento del IVA).

 

Creo que recuerdas que en las primeras clases de Economía, te enseñan que cuando el dólar es abundante, su precio baja, a esto los economistas le llaman revaluación. Dicha apreciación permitió que menos pesos se dieran por el mismo dólar, lo cual incrementó la capacidad adquisitiva de los hogares. Gracias a la revaluación del peso, los colombianos compraron bienes extranjeros, pero también como consecuencia de la reducción arancelaria y la novedad de algunos productos. Incluso los viajes al extranjero, se volvieron más populares; gracias a la reducción en las tarifas aéreas, y las mayores conexiones internacionales (en el frente futbolero, Colombia clasificó a las Copas del Mundo de 1990, 1994 y 1998). 

 

Figura 2: Burbuja inmobiliaria (Índice de precios vivienda)
Figura 2: Burbuja inmobiliaria (Índice de precios vivienda)

No solo los hogares compraron más allá de sus posibilidades, sino que las empresas buscaron endeudarse en dólares (la tasa de interés en el extranjero era más baja). A fin de cuentas, si a uno le va bien, y a los demás también, entonces todos vamos a creer que la fiesta nunca va a terminar; especialmente cuando a pesar de las enormes cantidades de dinero, la inflación no era un problema, en parte por los menores precios de las importaciones. En todo caso el exceso de dinero fue destinado a compras de vivienda, lo que hizo crecer al sector constructor, y más tarde que temprano estallaría una burbuja inmobiliaria (no todo el dinero aumentó las compras, ya que una parte se invirtió en CDTs, con tal de obtener altas tasas de interés).

 

Recuerdo que en los noventas la vivienda no era fuente de preocupación. La situación era tan relajada que junto a mi padre y mi madre (y más adelante mi hermano menor) florecieron los viajes a Estados Unidos. Desarrollamos la costumbre familiar de conocer el mundo de Disney (en ese tiempo mi ídolo era Rico Mac Pato). Sumado a lo anterior, el buen desempeño de la empresa que mi padre dirigía, nos permitió acceder, escalonadamente y temporalmente, a carros de lujo que provenían desde Suecia. Distanciándome de la exuberancia, recuerdo momentos de valor incalculable, cuando visitábamos una librería ubicada en el oeste de Cali. En ese lugar leíamos libros y revistas mientras disfrutábamos de una deliciosa comida.  

 

Mi madre también contribuyó al sueño familiar, no solo de viajar al extranjero, sino de tener una vida por fuera de las fronteras nacionales (particularmente en Canadá). No recuerdo porque no empacamos maletas, supongo que el frío y la distancia crean barreras. Aunque se me olvidan fragmentos de mi pasado, siempre tendré presente el amor de mi madre, recordaré las horas que dedicaba a sus obras artísticas, y su empleo en el sector constructor. Ella ejercía su trabajo con un empeño que llenaba su alma de Ingeniera Civil (ahora comprendo la devoción con la que mi madre me enseñaba Matemáticas y Física, más aún cuando en el Colegio dichas materias me parecían exóticas).  

 

Reconozco que me invade la nostalgia, cuando traigo a mi memoria estos recuerdos, pero también soy consciente de los múltiples cambios que experimenté. Dejaba atrás la infancia de los ochentas, los amigos de la niñez, el vínculo con abuelos, primos y tíos; para dar espacio a nuevos amigos en el Colegio y en el Conjunto. En ese sentido los noventas me renovaron, y de forma acelerada me condujeron a la adolescencia. Esos cambios también fueron palpables en mi país, la apertura económica facilitó el acceso a importaciones, que se convertirían en mi nuevo pasatiempo: juguetes de Lego y video juegos. Pasaba horas en mundos de aventura y fantasía, que fomentaron mi creatividad y mi pasión por la escritura.

 

Mientras se producían estos cambios, mis padres compraban vivienda utilizando deuda. Después de años de habitar una casa, ellos vendieron el inmueble, y nos trasladamos a un apartamento más moderno. Dicha estrategia funcionaba porque los créditos hipotecarios crecían al ritmo de la inflación, y como los ahorros también crecían a la misma tasa, entonces no había problemas. Desafortunadamente en los noventas, el Banco de la República gradualmente, determinó que los créditos hipotecarios dejaran de crecer a la inflación, indexándolos a la DTF (tasa promedio de los CDT). Estas decisiones de política monetaria son cuestionables bajo los lentes de la Historia, pero en ese momento se consideró que las Corporaciones de Ahorro y Vivienda (CAV), tenían problemas para recoger dinero del público (gracias a la caída de la inflación).

 

Figura 3: Política monetaria expansiva (reducción en el encaje)
Figura 3: Política monetaria expansiva (reducción en el encaje)

El problema se volvió insostenible cuando los hogares asumieron cuantiosas deudas hipotecarias. Los bancos no querían perder la oportunidad de negocio, y a parte de cobrar intereses sobre intereses, cada vez reducían las provisiones de sus créditos, calificaron inadecuadamente los riesgos de su cartera, y gracias a las disminuciones del encaje bancario, utilizaron las reservas que tenían en el Banco de la República, para duplicar sus operaciones. La avalancha de errores también incluyó la fe ciega en las garantías mal valoradas, al fin y al cabo, si una familia no podía pagar su obligación hipotecaria, el banco podía desalojar a sus integrantes, vender la vivienda y recuperar el préstamo.

 

Antes esta ambición y exceso de confianza, solo era cuestión de tiempo para materializar una crisis económica. Resulta que los dólares que entraron por la apertura financiera, y que financiaban la deuda que soportaba las importaciones, debían pagarse en algún momento. Si bien es cierto que los inversionistas sacaron los dólares ante la crisis del sudeste asiático, y el impago de la deuda rusa, también es cierto que la quiebra del fondo norteamericano “Long Term Capital Managment” (LTCM), drenó sus recursos; y para colmo, los dólares ilegales también se retiraron ante la persecución de los grandes capos de la droga (en los noventas termina el Cartel de Medellín y Cali).  

 

Los hogares y las empresas no eran los únicos que tenían deuda por encima de sus posibilidades, sino que el Gobierno Nacional buscando garantizar los Derechos Colectivos de la Constitución de 1991, adquirió créditos en grandes proporciones. En esta situación me pregunto: ¿Somos conscientes de la reciprocidad entre derechos y deberes?, ¿Participamos en lo público cuando nos conviene?, ¿Huimos de lo colectivo cuando tenemos que aportar? Es decir, si aceptamos que el gobierno gaste más, también debemos estar dispuestos a aceptar nuevas reformas tributarias, porque si no es por esta vía, las diferencias se pagan con más préstamos.

 

Figura 4: Problemas de liquidez (picos en tasa interbancaria)
Figura 4: Problemas de liquidez (picos en tasa interbancaria)

Por este motivo la mayor deuda pública se manifestó en la emisión de Títulos del Estado Soberano (TES). Aunque la apertura incrementó el gasto público; la salida de dólares y la escasez de financiamiento externo (por crisis del sudeste asiático, moratoria de Rusia, quiebra de LTCM y fuga de narcos), llevaron a que el gobierno acudiera a los bancos nacionales. Los intermediadores de crédito solo compraban TES a tasas altas (37% EA), gracias a que el sistema financiero registraba grandes deudas, lo cual reflejaba problemas de liquidez (por estos motivos la tasa interbancaria sobrepaso el 50% EA, incrementando la DTF, y como los créditos hipotecarios estaban indexados a dicha tasa, se volvieron impagables).

 

Resumiendo, la escasez de dólares debilitó el peso. El precio del dólar era tan alto que alcanzó los límites del Banco de la República, motivo por el cual el Banco vendió dólares, pero esta operación recogió pesos de la Economía, y aumentó las tasas de interés. La disminución en las reservas internacionales planteaba una dificultad: ¿Qué pasa si el Banco se queda sin dólares? El exceso de importaciones no tendría garantías, y la devaluación podría ser tan grande, que reventaría a las empresas con deudas en dólares. Por esta razón el Gobierno busco un préstamo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), a cambio de sanear las finanzas públicas, y que el Banco de la República soltará su compromiso con las Bandas Cambiarias (el crédito con el FMI envió un mensaje tranquilizador a los mercados internacionales).

 

La flotación de la tasa de cambio, liberó al Banco de controlar el dólar, es decir, el mercado de divisas iba a determinar su precio. Curiosamente luego de soltar las Bandas, y la posterior devaluación del peso, Colombia registró su último superávit en Cuenta Corriente, en otras palabras, fue la última vez que las exportaciones superaron a las importaciones. Atrás quedaron los ciclos de comercio exterior de los setentas y ochentas, donde las entradas y salidas de dólares, generaban periodos de auge y contracción. Los noventas marcaron la adolescencia hacia un nuevo sistema, que nos conduciría a un desbalance permanente entre producción y demanda interna. En los últimos 25 años nos transformamos en importadores de bienes de consumo, a pesar del financiamiento por parte de remesas y la inversión extranjera directa.

 

Toda esta historia Macroeconómica tuvo repercusiones Microeconómicas. Por un lado, la empresa de construcción en la cual trabajaba mi madre, cerró sus puertas (por el estallido de la burbuja inmobiliaria). Por otro lado, la compañía de venta de carros de lujo, de la cual mi padre era Gerente, experimentó una gran contracción (las importaciones cayeron con fuerza). Igualmente el apartamento de Cali, del cual conservo los recuerdos más significativos de la adolescencia, se volvió impagable, y en todo caso la deuda hipotecaria llego a ser más alta que el valor del inmueble. A pesar de que mis padres nunca incumplieron los pagos, el Banco fue implacable en sus términos (se vendió la vivienda), y junto a la pérdida de empleos, el retorno a Bogotá se hizo inevitable (los ahorros familiares nos mantendrían con vida durante los siguientes años).

 

Antes de terminar quiero realizar una comparación. A diferencia de la complicidad norteamericana por rescatar bancos durante la crisis internacional de 2008, el gobierno colombiano no salvo a todo el sistema financiero, incluso liquidó compañías que no se sostenían por si solas (Banco del Estado y Concasa), en otros casos ordeno a los accionistas colocar recursos propios (Colpatria y Davivienda cuando eran CAV), y en situaciones extremas (Granahorrar), el gobierno saco plata de donde no tenía, me refiero a la creación del 2 por 1000 (un impuesto a las transacciones financieras) que brindó recursos para que el Fogafín, inyectara dinero a las entidades financieras (a cambio de que el Estado asumiera el control temporal, y vendiera su participación). No menos importante fue la labor del Fogafín en el respaldo de los ahorros del público.

 

Estimada Economía, en esta carta no logro cubrir los antecedentes, consecuencias y soluciones a la crisis de 1999, pero de mi relato y las experiencias que viví durante los noventas, puedo decirte que la apertura económica nos dio mucho, pero también nos quitó lo esencial. Me enseño que la deuda es un arma de doble filo, si la manejas adecuadamente alcanzas las estrellas, pero si te dejas llevar por la ambición y la irresponsabilidad, te deja en bancarrota. Comprendí que hacer sacrificios en el presente, es decir, no consumir todos tus recursos, puede salvar tú futuro (más aún si conservas tus ahorros).

 

En última instancia, los noventas me llevaron a conocer, comprender y valorar las situaciones difíciles. Me refiero a que las crisis, son fuente de crecimiento y transformación, siempre y cuando seamos valientes, hagamos catarsis, y tomemos actitud de aprendizaje. Por eso el cierre del milenio me permitió reconocer el valor de la escritura, la capacidad de soltar el pasado, y ser agradecido por lo que una vez recibí.

 

 

Con todo el aprecio,

 

 

Camilo

 

 

 

PD 1: La crisis económica de fin de milenio eliminó la capitalización de intereses (aberración financiera), volvió a indexar los créditos hipotecarios a la inflación (UVR), permitió pagar las deudas antes de su vencimiento (prepagos de créditos sin penalidad), exigió una cuota inicial (30% del préstamo), obligó a los bancos a recibir inmuebles en dación en pago,  y estableció un límite máximo a las tasas de interés hipotecarias (definidas por el Banco de la República y supervisadas por la Superintendencia Financiera).

 

PD 2: Algunos dicen que la tasa de usura (límite máximo a la tasa de interés de consumo) restringe la disponibilidad de crédito. Desde mi punto de vista esto no es verdad, toda vez que su cálculo depende del comportamiento de los bancos (se calcula como un promedio de tasas bancarias que es igual a 1,5 veces el Interés Bancario Corriente).

 

PD 3: Durante los noventas el precio del petróleo disminuyó de 25 a 11 dólares el barril, y Rusia comenzó a pasar aceite. En 1998 el incumplimiento de los préstamos rusos, condujeron a los inversionistas internacionales, a vender bonos de otros países, con tal de reponer las pérdidas. Adicionalmente los inversionistas norteamericanos no tenían dinero porque habían gastado sus recursos salvando al fondo “Long Term Capital Managment”.

 

PD 4: Se argumenta que los tigres asiáticos consiguieron su éxito económico gracias a su comercio exterior. Si bien es cierto que esos países abrieron sus economías, también es cierto que uno de los tigres era colonia británica (Hong Kong), y otro es acusado de ser agujero negro financiero (Taiwán). El caso de Corea del Sur es interesante, porque su apertura económica estuvo acompañada de una apertura financiera, pero el precio del dólar se mantenía fijo (hasta la crisis de finales de los noventas). Singapur es especial porque a pesar de su apertura, no sufrió consecuencias severas ante la salida de capitales.

 

PD 5: Durante los noventas proliferaron las Compañías de Financiamiento Comercial (CFC). A diferencia de los bancos, las CFC requerían de muy poco capital para operar, y estaban concentradas en ciertos tipos de crédito (consumo de bienes durables y leasing financiero). Cuando estalla la recesión, y ante el incumplimiento de obligaciones, más de la mitad de la CFC desaparecieron, representando una amenaza para a todo el sistema financiero.

 

PD 6: Mientras estudiaba Economía, nunca pude sacarme de la cabeza el siguiente texto, en el cual un británico expone la crisis cambiaria que padeció la India a finales del siglo XIX: “Cecilia. Leerás tú libro de Economía Política en mi ausencia. Puedes omitir el capítulo sobre la caída de la rupia. Es demasiado sensacional. Incluso estos problemas metálicos tienen su lado melodramático” (Oscar Wilde 1895).

 


 

Notas y referencias


Imagen de portada: Fuente: Pexels (la fotografía es de Cottonbro Studio, código “6037581”).


Figura 1: Elaboración propia. Datos DANE.


Figura 2: Vargas, H (2010).


Figura 3: Elaboración propia. Datos Villar (2005).


Figura 4: Vargas, H (2010).

 


 

Atemporal con Andrés Acevedo (27 de agosto de 2025). Sara Ordoñez – A horas de un DESASTRE financiero [Archivo de video].


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Wolves and Finance (10 de enero de 2021). Lessons from Long-Term Capital Managment [Archivo de video].

 



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